Noticias

6/recent/ticker-posts

El Umbral de los Ecos - VII

 🜂 CAPÍTULO VII


El Jardín de los Recuerdos


El bosque detrás del claro se abrió como una puerta silenciosa.
  No era un bosque común. Cada árbol llevaba inscrito un eco, cada hoja contenía un instante de vida que alguna vez fue olvidado.
  Lía caminó despacio, sintiendo cómo sus pasos despertaban frag
mentos que flotaban como polvo de luz.

—Cada árbol —dijo Nara— es un recuerdo que alguien decidió mantener.
  —O crear —añadió Kael—. El Umbral nos enseñó a no solo recordar, sino a sembrar.

Ante ellos apareció un espacio amplio, cubierto de tierra negra y fértil.
  Del suelo brotaban fragmentos luminosos, que flotaban en el aire antes de caer y germinar.
  Al tocar la tierra, Lía sintió que cada paso dejaba una huella que vibraba con posibilida
des.
  Era un jardín que no existía en mapa alguno, solo en la memoria de quienes lo recorrían.

🌱 Sembrando ecos

Kael tomó un fragmento que había recogido en la llanura.
  Era tibio y brillante, con el eco de una risa que nunca había escuchado completamente.
  —¿Qué hacemos con esto? —preguntó.

—Lo plantamos —dijo Nara—. Cada fragmento que sembramos puede crecer en algo que todavía no existe, pero que debería.

Lía colocó su fragmento sobre la tierra.
  Se abrió un pequeño brote de luz que comenzó a crecer lentamente, formando un árbol de hojas transparentes que contenían destellos de historias.
  Cada hoja mostraba una escena: un abrazo, un llanto, un reencuentro,
una despedida.
  Era como si los recuerdos olvidados se materializaran y ganaran vida propia.

Kael y Nara hicieron lo mismo.
  Fragmentos de dolor, de amor, de esperanza se mezclaron con la tierra, creando un ecosistema donde los recuerdos ya no eran fugaces, sino nutritivos.

🌸 Los frutos del pasado

Conforme avanzaba la tarde, los frutos comenzaron a aparecer.
  No eran frutas ordinarias: cada uno contenía un instante de claridad, un momento de comprensión que podía ser compartido.
  Lía tomó uno y lo abrió en sus manos.
  Vio un recuerdo de su infancia,
una escena que antes estaba nublada, ahora llena de luz y significado.
  Sintió la emoción completa: amor, miedo, pérdida y aceptación, todo a la vez.

—El Umbral nos dio la oportunidad —dijo Kael—. No solo de recordar, sino de entender lo que esos recuerdos significan.

Nara dibujó espirales de luz sobre la tierra.
  Cada trazo hacía crecer un nuevo brote, un nuevo árbol, un nuevo eco que aguardaba ser vivido.
  —Este jardín no pertenece al Umbral ni al mundo —explicó—. Pertenece a quienes deciden escucharse.

🌿 La lección de los ecos

Lía caminó entre los árboles luminosos.
  Cada hoja susurraba algo distinto: un consejo, una risa, un consejo que alguna vez ignoró.
  Sintió que los ecos no eran solo memoria: eran guía, compañía, semillas de posibilidades futuras.

 

Kael se detuvo ante un árbol mayor que todos los demás.
  Sus hojas contenían fragmentos que habían recogido en todo su viaje.
  —Este es nuestro primer árbol completo —dijo—. Aquí convergen los momentos que vivimos y los que aún no hemos vivido.

—Y aquí también —dijo Lía— podemos dejar ir lo que ya no necesitamos.
  Dejó caer un fragmento que contenía miedo y culpa.

La hoja se desprendió y se convirtió en luz que se elevó hacia el cielo, dejando espacio para algo nuevo.

🌟 El eco que se expande

A medida que la noche llegaba, el jardín empezó a brillar.
  No era un brillo uniforme: cada árbol irradiaba un color distinto según la emoción que contenía.
  La luz se mezclaba con la oscuridad de manera armoniosa, creando un paisaje que parecía eterno y e
n constante cambio.

—El Umbral no nos deja aquí para siempre —dijo Nara—. Nos deja para crear, para sembrar, para recordar con intención.
  —Cada eco que plantamos —añadió Kael— tiene la posibilidad de cambiar a alguien, incluso a nosotros mismos.

Lía cerró los ojos y escuchó los ecos: risas, llantos, canciones que nunca había cantado.
  Y comprendió que el jardín no era solo un lugar.
  Era la manifestación de su viaje, de sus decisiones, de su voluntad de recordar y transformar.

Cuando abrió los ojos, vio a Kael y Nara sonriendo.
  El jardín los abrazaba con un pulso constante, como un corazón que latía al ritmo de sus propias emociones.
  El Umbral ya no estaba presente como grieta ni luz lejana.
  Estaba dentro de ellos.
  Y en cada
eco que dejaban, el mundo encontraba un nuevo latido.

Y sobre la tierra, grabado en luz suave que solo ellos podían leer:

"Los recuerdos no son cadenas. Son semillas. Y cada semilla es un comienzo."

Publicar un comentario

0 Comentarios