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El Umbral de los Ecos - V

 馃渹 CAP脥TULO V


El Coraz贸n del Umbral


Detr谩s de la puerta dorada no hab铆a un paisaje, sino una vibraci贸n.
  El mundo parec铆a haberse reducido a un solo latido, profundo y constante, como el coraz贸n de un ser inmenso que dorm铆a bajo el universo.
  L铆a y Kael avanzaron tomados de la mano.
  El suel
o ya no era suelo, sino una superficie de energ铆a l铆quida que respond铆a a cada paso con pulsos de luz.

El aire era denso, cargado de memorias.
  Se o铆an voces en susurros: plegarias antiguas, risas de ni帽os, promesas rotas y canciones sin nombre.
  Todo coexist铆a en una melod铆a infinita, imposible de comprender con la mente, pero perfecta para el alma.

—Este es el centro —dijo Kael con voz serena—.
  El lugar donde todo lo que ha sido y todo lo que ser谩 se encuentra en un mismo instante.

Ante ellos se alzaba una esfera colosal de luz.
  Su superficie lat铆a como un coraz贸n, y cada pulsaci贸n enviaba ondas que moldeaban el entorno.
  Dentro de esa esfera, L铆a vio im谩genes suspendidas: mundos naciendo, estrellas muriendo, rostros humanos form谩nd
ose a partir de polvo luminoso.

—¿Es… la fuente? —pregunt贸 L铆a, maravillada.
  —Es el Umbral mismo —respondi贸 Kael—. El coraz贸n que late en todos los universos. Aqu铆 no hay dioses ni destino. Solo conciencia.

La esfera comenz贸 a resonar con un sonido bajo, casi un canto.
  El tono se volvi贸 m谩s agudo, penetrante.
  L铆a sinti贸 c贸mo cada c茅lula de su ser vibraba al mismo ritmo.
  El Umbral estaba habl谩ndole.
  No con palabras, sino con sentimiento puro: aceptaci贸n, d
olor, amor, renacimiento.

Una voz surgi贸 desde dentro de la luz.
  No ten铆a g茅nero, ni forma, ni origen.
  Era todas las voces y ninguna.

—Has recordado tus nombres —dijo—. Has cruzado tus sombras. Pero a煤n no sabes si deseas regresar.

L铆a mir贸 a Kael.
  Su mirada era calma, pero en sus ojos hab铆a un brillo triste.
  —Si regresas —dijo 茅l—, no me recordar谩s.
  —¿Y si me quedo?
  —Entonces no volver谩s a sentir. Aqu铆 solo hay eternidad… sin deseo, sin p茅rdida.

L铆a baj贸 la vista.
  El amor y la paz absoluta se enfrentaban dentro de ella como dos verdades imposibles de conciliar.
  El Umbral esper贸, paciente, mientras su coraz贸n humano luchaba por decidir.

Entonces record贸 el jard铆n del primer sue帽o, el 谩rbol dorado y el cristal que conten铆a una llama.
  Record贸 c贸mo se apag贸… y c贸mo, incluso apagado, segu铆a ardiendo en su interior.
  Comprendi贸 que el amor no existe para ser eterno, sino para encender.

—No quiero olvidar —dijo finalmente—.
  Pero tampoco quiero dejar de vivir.

El Umbral se ilumin贸 con un resplandor tan intenso que todo se disolvi贸.
  Kael sonri贸.
  —Entonces elige vivir. Y recu茅rdame en el fuego, no en la sombra.

Sus manos se separaron lentamente.
  L铆a sinti贸 que el mundo giraba, que el latido del Umbral se fund铆a con el suyo.
  La luz la envolvi贸, suave, infinita.
  Y antes de perder la conciencia, escuch贸 la voz de Kael una 煤ltima vez:

—Donde haya un eco, all铆 estar茅.

Luego, silencio.
  Solo el pulso de la creaci贸n.
  El Coraz贸n del Umbral volvi贸 a su calma, custodiando un nuevo comienzo.

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