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Pesadilla


La luna se dibujaba enorme y amarilla sobre la oscuridad de la noche y se entretenía jugando con la marea la cual hacía subir y bajar con manos invisibles. A su lado, las estrellas parpadeaban asemejando ojos que guiñaban aceptando ser cómplices de sus juegos y de los secretos rituales y acontecimientos que nacen en el seno de la noche.

Esta noche en particular, las calles no solo eran iluminadas por la pálida luz de la luna y las estrellas, también había en las modestas calles empedradas de aquel pueblecito de pescadores, pequeños farolillos de papel, únicos y mudos testigos de la larga celebración de tres días para agradecer la buena pesca que habían tenido aquel año.
Sentado apenas afuera de su pequeña casa de madera y palma, Roque no recordaba haber visto antes a “la gaviota” su embarcación que no era otra cosa que un viejo bote de pesca que aún se atrevía a deslizarse entre las olas y arrullarse en el seno del mar; tan cargada de peces, y tampoco recordaba haber sentido las redes tan tirantes como el peso de los años en los brazos, como lo había hecho este año.


Sin duda, había motivos para celebrar, ¡y como no hacerlo! si en toda la aldea no faltaba pescado fresco para comer, aceite para cocinar e iluminar las casas, harina para hacer pan y pasteles, tela para ropa, velas, cortinas y algo mas; hilos para cuerdas, amarres, redes y reparaciones.
En resumen era totalmente diferente a como había sido el año pasado, en el cual el mar parecía haberles retirado sus favores, condenándolos a vivir con hambre y pobreza, como un amo cruel que maltrata a su siervo no dándole mas que lo necesario para sobrevivir.

Incluso recordaba cuando en su desesperación Roque había salido a gritar al mar en medio de una tormenta que azotaba al puerto, esa noche había bebido mucho ron y se rebelo contra todo lo que estaba a su alrededor, tan solo una botella le había hecho compañía a bordo de “la gaviota” buscando que la tormenta y la borrachera lavaran y curaran la cruel herida que la desesperación había abierto en su pecho.
A la mañana siguiente de la tormenta, despertó en la gavota que había sido anclada a salvo en el pequeño puerto, Roque no recordaba como había regresado, pero cuando se embrutecía con alcohol como lo había hecho ese día, eran pocas las cosas que recordaba.
Tres días después todo comenzó a mejorar, la pesca volvió, el mar no la tomo más en contra de ellos, fue como si de nuevo el mar recordara a ese pequeño pueblo y a sus moradores que eran sus hijos y les devolviera toda la riqueza que tiene dentro de él.
Incluso los barcos mercantes de costa pasaron y en esta ocasión tenían que ofrecer, estrellas de mar, coral, nácar, y hasta un poco carey, ya que las tortugas también habían vuelto a la playa de las lágrimas, lugar que llamaban así por como las tortugas lloraban al desovar.
En todo esto meditaba Roque mientras contemplaba el eterno ir y venir de las olas del mar y escuchaba su rítmico e inmemorial canto. Se llevó la mano al bolsillo y saco un paquete de tabaco y un pequeño atado de hojitas de papel arroz y comenzó a enrollar un cigarro. Cuando esta haciendo esto sintió que algo suave se frotaba contra sus piernas, bajo la vista y descubrió a un gato moteado, de pelo corto, de color parduzco, parecía un pequeño jaguar como los que habitaban en las selvas cerca de la aldea de pescadores.
El animal se veía hambriento y descuidado, el pelaje un poco sucio, Roque se sorprendió de ver un gato en la aldea, todos habían huido en cuanto escaseo el alimento y ahora al final de la fiesta, a sus pies había uno. Quizás otro lo hubiera corrido o dado una patada, la gente es cruel con los animales, pero Roque no lo era.

-Que te pasa compadrito, ¿tienes hambres?.

Por toda respuesta el gato lo miro con sus ojos verde claro y comenzó un ronroneo suave y rítmico. Roque sintió pena por el animal, ¿quién sabe que apuros habría pasado en la selva en este año?, humedeció el borde del papel arroz con la lengua, termino de enrollar su cigarrillo y se levanto para entrar en su casa. Al poco reapareció con dos escudillas, en una había un poco de pescado ahumado y en la otra agua, puso ambas en el suelo frente al animal y espero en cunclillas a que este viniera, el gato se acerco con esos pequeños y rápidos pasitos con los que los gatos andan, como si estuviera dando saltitos y de inmediato comenzó a comer el pescado con gran voracidad.

-Dele, atásquese ora que hay lodo.

Dijo Roque con una sonrisa mientras le hacia cariños en la cabeza al animal, lo miro comer durante un rato, ahí acunclillado y, después se levantó y encendió su cigarrillo, pequeñas espirales de humo azul escaparon del cigarrillo y algunos aros del mismo humo por entre los labios de Roque.

Miró la luna mientras terminaba de fumar su cigarrillo, la noche era tan agradable que decidió dormir allí afuera tumbado en la hamaca que estaba a un lado de su casa. Piso la colilla del cigarro, se tumbó en la hamaca y se quedó dormido enseguida.



Soño que flotaba de espaldas en el mar y que las olas lo mecian con calma mientras las estrellas tomaban diferentes formas para entretenerlo, varios peces nadaban por debajo de él, y subitamente comenzaron a brincar describiendo un arco de colores varios, repentinamente uno de aquellos peces se monto en su pecho, no fue nada agradable, se trataba de un pez que no había visto nunca en su vida. El peso del animal era incomodo en su pecho y no le permitia respirar muy bien, intento sacudirselo pero no podía, estaba como paralizado, en ese momento el cielo se cerro y el mar se encrispo, mientras el pez lo miraba fijamente a los ojos y decia con una vocecilla chillona e inhumana: 

-Despierta Roque, ¡despierta!.

Súbitamente abrió los ojos y se dio cuenta que todo era un sueño aun estaba en su hamaca fuera de su cabaña, sin duda había tenido una pesadilla y al moverse en sueños agito la hamaca, incluso aún sentía el peso del pez en el pecho. Intento levantar un brazo para masajearse pero no pudo, intentó levantar el otro pero tampoco lo consiguió. Y de pronto, comenzó a sentir un sudor frío que le subía por la espalda al comprobar que no podía mover el cuerpo, y que aún sentía el peso de algo que estaba en su pecho algo pequeño que le clavaba con fuerza sus patas que no eran como las de un loro, o un animal que hubiera podido aprovecharse de su sueño para trepar encima de él.
Sintió que podía mover su cabeza y levanto el cuello lentamente buscando qué era aquello que tenía en el pecho, sus ojos fueron cambiando su punto de visión lenta y trabajosamente mientras sentía como su corazón latía violentamente contra su pecho, como intentando sacudir aquello que lo oprimía.
Cuando al fin sus mirada alcanzó a ver lo que había en su pecho no lo podía creer, era un pequeño ser humanoide de no mas de 45 cms. No le podía decir humano, la piel tenia un color grisáceo y estaba completamente arrugada con vellos gruesos creciéndole por aquí y por allá, tenia pequeñas verrugas por todo su cuerpo; sus brazos eran mas largos de lo que eran los de un hombre, como los de un mono, lo que sin duda le permitía caminar a cuatro extremidades, sus piernas eran cortas y fuertes algo arqueadas y, en las patas solo tenia tres dedos terminados en garras y se apoyaba con ellas fuertemente en el pecho de Roque. La cabeza era completamente calva y tenia dos puntiagudas orejas y unos dientes pequeños, blancos y afilados los cuales se mostraron cuando una mueca que parecía ser una sonrisa afloro en su boca cuando Roque levanto la cabeza para mirarlo.
Sus ojos, dos pequeños puntos negros, brillaban con un tono rojizo bajo la luz de la luna que aún se encontraba en lo alto siendo muda testigo de aquella escena.




A pesar de su pequeño tamaño era inusualmente pesado, como si fuera un hombre adulto de tamaño medio, pero no era solo eso, además, Roque se sentía paralizado, como si estuviera bajo algún tipo de embrujo, sentía el cuerpo engarrotado y la garganta seca, tan solo podía mover un poco la cabeza para alcanzar a ver aquella criatura que se reía y de vez en vez pasaba su lengua por sus labios como mojándolos para evitar que se partieran.

-Buenas nochessss, -dijo en una voz que parecía un susurro del viento soplado a través de las hojas de los árboles-. Esss hora de pagar Roque...

¡¡¡Increíble!!! (pensó) aquella cosa no solo podía hablar sino que sabia su nombre, se hubiera santiguado de haber podido hacerlo pero no podía levantar los brazos los cuales estaban pegados a su cuerpo, al igual que su ropa, pues ahora sudaba de manera copiosa como si estuviera trabajando bajo el sol del medio día.

-Puedes hablar Roque...

Cuando el hombrecillo dijo esto, Roque notó por primera vez que en verdad antes no había gritado ni dicho nada porque no podía hablar, lo primero que salió de su boca fue una plegaria.

-Jesús, María y José.

-Ja, ja, ja, ja, ja, ninguno esos es mi nombre (dijo el hombrecillo con un tono de burla y desprecio en la voz).
-¿Quién demonios eres tú entonces?.
-Esse... segundo nombre se acerca más al mío Roque... -dijo el hombrecillo mientras entrecerraba los ojos- ¡basta de charlas! He venido por mi pago.
-¿pago? –dijo Roque sinceramente confundido- ¿cuál pago?.

-vida por vida, ¿te acuerdas Roque?, vida por vida. Hace un año en pleno mar estabas completamente desesperado, gritabas al mar ofreciendo tu vida a cambio de vida para este lugar, el mar no te escuchó... pero yo sí.

La cara de Roque se puso de pronto mas pálida, y el frío que le recorría la espina dorsal atacó con mas fuerza, ahora podía recordar ese día cuando se había hecho a la mar con “la gaviota” en medio de la tormenta, se sentía triste, derrotado, desesperado. Había embarcado y gritado al mar que le diera vida a su pueblo, que le diera vida a cambio de la suya, vida por vida.

Y en medio de este caos de llanto y de desesperación creyó escuchar una voz que decía “acepto” y después; el mar dejo de rugir a su alrededor y “la gaviota” enfilo sola hacia el puerto. Pensó que había sido un sueño, una pesadilla, algo que nunca había ocurrido en realidad.

-Pero si pasó

De nuevo era aquel pequeño y retorcido ser el que hablaba.

-Pasó y el trato se cumplió –decía entre pequeños hipos de risa- ahora tu vida y tu ser me pertenecen y he venido a cobrar.

De su espalda saco una pequeña pero afilada hoja de metal, arrancó con fuerza un cabello del la cabeza de Roque y con un simple roce de la hoja de metal se corto limpiamente como si hubiera sido dos y no uno.

-lo mismo para tu garganta.

Dijo con una expresión inquietante en el rostro, mientras sonreía y se asomaban de su boca aquellos pequeños dientes triangulares que parecían tan afilados y peligrosos como los de un tiburón.

Roque intento levantarse, mover los brazos, hacerse a un lado... pero todo era inútil. Su cuerpo no le respondía, el sudor caía en gruesas gotas de su frente, apretó los ojos y se dispuso a entregar su alma al creador, si eso era posible, no sabía lo que le esperaba si esa cosa disponía de su vida.

De pronto, sintió un golpe como de otro cuerpo cayendo en su pecho, escucho un pequeño alarido y después ya no sintió ningún peso sobre de él, lo que sintió fue la agradable sensación de que nuevamente podía mover los brazos, se agito desesperadamente y cayó de la hamaca al suelo.

Instintivamente, miro en redondo y ahí frente a él, aún sosteniendo su presa con los dientes clavados en el cuello de su victima, se encontraba el gato pardo aferrando con fuerza a su presa que ahora se encontraba sin vida.

Miró a Roque fijamente y finalmente saltó fuera de ahí con su presa entre los dientes de regreso a la selva. Al hombre le tomo varios minutos digerir lo que había pasado, aquel gato le había salvado la vida y quizás hasta el alma. Agradecía al cielo y a todos los santos el seguir con vida, después de un rato reacciono y grito hacia la selva.

-¡Gracias compadrito, gracias señor pequeño gato!.

En la selva, un gato volteo hacia la aldea de pescadores y poco a poco fue creciendo hasta adquirir el tamaño de uno de los grandes gatos que la habitan, y después, la forma de un hombre. Escupió con desprecio un pequeño y retorcido cuerpo que tenia entre los dientes y dijo para si mismo en voz baja mientras veía a la aldea.

-De nada Roque, y no te apures, tu deuda esta pagada... vida por vida.

Dijo mirando con rabia el cuerpo sin vida de su victima.

Después de esto sonrió, volvió a la forma del jaguar, tomo de nuevo al Pituche y se alejo rápidamente, ya nada tenía que temer esa aldea, ahora gracias a un gesto de compasión se encontraba bajo la protección del Nahual y jamás volverían a ser maldecidos ni engañados mientras hubiera alguien con corazón noble en el pueblo.

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